Erase una vez una joven que pasó por un montón de dificultades, pero que con fuerza y valor logró salir adelante; una joven que llevaba tanto tiempo caminando que cuando se quiso dar cuenta estaba sola en mitad de la noche, y había olvidado su pánico a la oscuridad.; una joven que desde ese día juró no volver a tener miedo a nada....
Así podría haber comenzado esta historia, pero no es así. En esta historia no hay un final feliz. No hay ningún príncipe que venga a salvar a su princesa de las garras de su malvada madrastra. En esta historia hay una protagonista, una joven, o tal vez un monton de ellas a la vez, pero que para hacerlo más sencillo llamaremos Lauren.
Lauren era una niña rosadita, con los pies pequeños y unos ojos azules como dos platos. Pesó 3'300 al nacer y tuvo que ser dada a luz por cesaria. Desde ese mismo momento se supo que iba a ser una chica complicada. No fue a la guardería, y hasta los 4 años no pudo empezar al colegio por culpa de una enfermedad pasajera.
El primer día de clase estaba muy nerviosa. Se incorporó a mitad de curso, y todos los niños tenían ya su pequeño grupo de amigos. Ella nunca terminó de encajar en aquella clase, ni en ninguna.
Pasaron los años. La pequeña Lauren fue subiendo de curso con unas notas excelentes. Pero de repente llegó a 3º de la ESO. Ese fue el fatídico curso que llevó a nuestra princesa a las garras de su malvada madrastra.
Esa madrastra se llamaba... pongamos que Daemon. Daemon representa a toda una clase, un ejército de pequeñas máquinas sin sentimientos que actúan en masa, destruyendo todo cuanto se opone a ellos. Cuando Lauren entró por la puerta aquel primer día de clase, Daemon arrojó contra ella una frase que la marcaría para todo el curso: "Una nueva oveja ha llegado a esta manada de lobos".
A partir de ahí, todo fue de mal en peor. Todos los días Daemon se metía con la pequeña Lauren de una manera cruel y muy agresiva. Recibía día sí y día también un montón de reproches sobre su forma de vestir, su pelo, sus gafas, su mochila, su forma de hablar, y lo que más la dolía de todo: su peso.
Daemon nunca tuvo la oportunidad de conocer su risa, su alegre voz cuando canta, sus preciosos lienzos, sus composiciones musicales, su gusto por las novelas de amor... No dejó que Lauren se mostrase tal como era, sino que la hizo parecer lo que en parte era: una indefensa oveja.
Cuando ella pensaba en decir algo a sus padres o algún profesor, comenzaba a pensar en las represalias que su compañero podría tomar contra ella. Todos los días llegaba sola a casa, y todos los días lloraba a escondidas antes de entrar, para que en casa no vieran sus lágrimas. Nadie sabía lo que sucedía en el interior de aquella pobre muchacha. Nadie excepto Daemon.
Entonces Lauren pareció caer enferma. Se pasaba las horas triste, vagando por su casa como si fuera un fantasma. Apenas comía nada y ya no salía de casa. Cuando sus padres le preguntaban, ella respondía con evasivas y sonreía diciendo: "no os preocupeis, me voy a poner bien".
Comenzó a faltar a clase. Sólo iba a los exámenes, e incluso entonces, ahí estaba Daemon, constante en llevar a cabo su cometido de destrozar la vida de la joven, que cada vez estaba más y más delgada. Hasta que llegó un día en que Lauren no volvió más a clase.
Nadie se preguntó dónde estaba ni qué había sido de ella; nadie se preocupó por llamar, por preguntar si estaba bien; nadie dejó de reírse, pues una nueva Lauren llegó a la clase y un nuevo objetivo entró a la manada de lobos...
Lauren no se había cambiado de colegio, no habia cambiado de ciudad ni se había ido del país. Lauren estaba en la cama de un hospital, viendo como sus padres lloraban por su pequeña. Nadie entendía por qué había llegado a esa situación una joven feliz, que no tenía problemas con nadie y con un don maravilloso para el arte.
Sólo tardó un par de días en dejar libre la camilla para el próximo paciente. A la hora de celebrar la misa, sólo sus padres estuvieron allí. Fue una misa lúgubre, astía. Sólo dos almas en pena paseaban por el camposanto, llorando por la prematura muerte de su hija. Allí no había flores, ni sol, ni estrellas. Sólo había una oveja descarriada de su rebaño, que había sido aniquilada por una manada de lobos.
Ahora el ciclo de la vida ha cambiado, y los que deberían ser depredadores se han convertido en presas fáciles para aquellos que, sólo por ser todos iguales y numerosos, arrasan con todo aquello que es diferente a ellos por miedo a ser rechazados. Espero que algún día esto cambie, y las personas aprendan a juzgar con sentido a los demás. Hata entonces, esta oveja se quedará en la sombra, rodeada de lobos, pero no dejará que se la coman.
Mi comentario es, simplemente, la sonrisa que se me ha dibujado en la cara al terminar de leer. Creo que es más descriptivo. ;))
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