De mi mente a la pantalla

martes, 3 de enero de 2012

esa jodida luna

2 de enero. Ese día se le quedaría grabado para siempre...
Por esas fechas comenzaba un nuevo año, pero terminaba su relación con la mujer a la que había amado durante tanto tiempo, más incluso que a su propia vida. ¿Cómo habían terminado así? No lo se, pero todo había terminado, y él se sentía ahora como un mentiroso. Le dijo a su chica que vivirían juntos hasta el día de su muerte. Que la querría los 365 días del año, más uno de propina. Le prometió un "y vivieron felices para siempre", que se acabó convirtiendo en un "y vivieron felices, cada uno por su lado". Por eso se creía un traidor, por no haber cumplido todas esas promesas.
Jamás entendió sus palabras de despedida, o no quiso entenderlas. Tal vez su mente no logró asimilar aquel "me he dado cuenta de que necesito tiempo para pensar, y para ello debo irme sola. Adiós".
Aquella mañana de enero no salió el sol para él. Todo se le volvió gris, tenue, intangible... No quería salir, pues todo le recordaba a ella. Pero en el interior de su casa, todas las fotos, todos los muebles, cada rincón de su habitación, absolutamente todo cuanto le rodeaba, causaba el mismo efecto.
Estuvo mucho tiempo bebiendo por ella, soñando con ella, llorando por ella a cada segundo...
Pero al final logró olvidarla por completo. ¿Por completo? No, no voy a engañaros. Cuando parecía que lograba sacarla de su cabeza, se hacía de noche. Esa luna, esa jodida luna se transformaba en ella todas las putas noches.
Ya no lo soportaba más así que, una de esas noches, cargó una bala en la recámara del viejo revólver  que había heredado de su abuelo, salió de casa y se dirigió al monte más cercano. Había dejado una carta de despedida pegada en la puerta en la que explicaba lo que estaba a punto de hacer aquella noche y el lugar donde lo haría, y en la que decía que todo lo hacía por ella, para poder olvidarla y descansar en paz.
Cuando llegó al monte se sentó en una piedra en lo alto de un claro. Desde allí la luna se veía muy grande, tan cerca y tan brillante, que no sólo creyó ver a la que en un tiempo fue su compañera, sino que creyó incluso oírla.
No pudo evitar dejar caer una lágrima de sus ojos color miel. Tenía el arma entre sus manos, y la pequeña lágrima se derramó sobre una inscripción escrita en el mango que decía: "que la sensatez guíe este cañón y la honradez apriete el gatillo". Se puso en pie y miró hacia aquel majestuoso cuerpo celeste. Colocó el cañón del revólver en su barbilla y el dedo índice de ambas manos sobre el gatillo. Dijo las palabras "te odio" y comenzó la cuenta atrás. 3...2...1... Mientras tanto no hacía más que ver su cara y oír sus dulces palabras.
Cuando estuvo a punto de disparar, apartó el cañón de su cara, apuntó a la luna y le disparó a quemarropa. Todo se volvió oscuro, y el satélite primogénito de la Tierra estalló en mil pedazos, como si se tratase de una bombilla sobrecalentada.
Regresó a su casa en silencio, con la mente en blanco y una paz interior digna del mismísimo Buda. Despegó la nota de la puerta, entró y se metió en la cama. A la mañana siguiente se miró al espejo y dijo:
"Querido abuelo, la ira guió mi cañón y la cólera apretó el gatillo, pero ahora lograré que la paz guíe mi vida y la tranquilidad apriete mi alma".

2 comentarios:

  1. Hacía días que entre el curro, las fiestas y otras vicisitudes de nuestras vidas modernas, no había podido leer nada.
    Y lo primero que leo,me ha gustado mucho!! Mira si me ha gustado, que cuando he acabado de leer el post, me he quedado embobado con "qué me parece" y sin dudarlo he apretado interesante porque no había "muy interesante".
    Muy buen post. Un saludico veronica.

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  2. me alegro mucho de que te guste. Estaba realmente inspirada cuando lo escribí (a las 3 de la mañana de un lunes).
    P.D.: En noche vieja pude comprobar lo que es ver amanecer, y es absolutamente bello :)
    Un abrazo!

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