De mi mente a la pantalla
domingo, 4 de septiembre de 2011
corazón defectuoso
-17 de junio de 1859, La Rochelle, una pequeña región situada al suroeste de Francia-. Martín es un pequeño bebé que acaba de nacer en la clínica hospitalaria de la "Croix Rouge Française". El pequeño ha nacido con una grave malformación en el corazón. Su madre no puede pagar la costosa operación, así que acude a un hospital cercano. Allí le dicen que sólo pueden hacer una cosa, probar en la criatura un corazón protético. Es una intervención muy arriesgada, y como no ha sido probada en ninguna persona, el centro accede a realizarla gratuitamente. La operación se realiza con éxito, y la criatura es dada de alta en una semana. La prótesis funciona, pero con una condición: no puede enamorarse nunca, ya que eso alteraría los mecanismos del aparato y se estropearía.
Martín va creciendo, sin salir de las cuatro paredes de su hogar. Su madre le repite hasta la saciedad que no debe enamorarse nunca, porque los hombres y las mujeres de fuera son malos, y si se enamora, ellos le harán daño. Ella no puede evitar llorar cada vez que le habla de lo malo que es el amor, pero no quiere perder a su pequeño.
Pasa el tiempo, y Martín ya tiene 18 años. No había salido nunca de su casa, y empezaba a tener inquietudes. El joven tiene ganas de salir, de conocer el mundo que le rodea, de ver la playa, los ríos, los océanos, las montañas... Quiere saber lo que es equivocarse, tener la sensación de que no está solo en el mundo y, a pesar de lo que le ha dicho su madre, quiere enamorarse. Así que una noche decide dar el paso de escaparse de casa. Cogió una bolsa desgastada, metió en ella algo de dinero, un mendrugo de pan y se dirigió a la calle.
Lo que vio le dejó maravillado. Era como un niño que veía el mundo por primera vez: La gente, los coches, las hojas cayéndose de los árboles, los niños jugando en el parque, el barullo de la gente comprando en el mercado... Recorrió toda la ciudad, fijándose en el más mínimo detalle. Cuando se cansó de caminar tanto, decidió ir a sentarse a una pequeña plazoleta con bancos que tenía justo en frente. Llegó, se sentó, y fue entonces cuando sucedió. Allí estaba, él, el chico perfecto. Sus miradas se cruzaron, y Martín sintió un chispazo en el corazón. No sabía quien era, pero sentía la necesidad de besarle. Se acercó hasta él y se sentó a su lado. Empezaron a hablar y Martín le contó su problema. El misterioso chico se levantó y le dijo que tenía que irse, que no quería ser un problema para él. Que le gustaba mucho, pero que no podía enamorarse o moriría. Entonces Martín se puso en pie, y mirándole a los ojos le dijo:
-¿Crees que vale la pena vivir sin amor?
Los dos se fundieron en un beso. Entonces el joven cogió a Martín en brazos, lo llevó hasta la colina más alta de la ciudad y se sentaron juntos a ver el atardecer. Cuando el sol tomó su punto más bajo y se perdió tras la colina, Martín pronunció sus últimas palabras:
-Gracias por este día. TE QUIERO.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me encanta el texto Vero, realmente bonito... Te sigo ¿vale? Ahora acabo de empezar con el blog y esta un poco churro, pero le iré mejorando :)
ResponderEliminar