De mi mente a la pantalla

sábado, 18 de agosto de 2012

i'll be there


¿Qué le había pasado a mi pequeña de la sonrisa perfecta? Hacía tiempo que ya no era la misma. ¿Tal vez la había perdido para siempre? Ya no podía distinguirla entre la multitud. Se había convertido en lo que siempre había odiado, y había pasado delante de mis narices. Ahora era una más, una de esas adictas que por mucho que quieran desengancharse siempre vuelven a recaer. Prometen, prometen y prometen, pero al final nunca hacen nada para salir de su vicio...
¿En qué momento empieza a ser malo el amor? Todos sabemos lo que es el amor, y todos hemos estado enamorados al menos una vez en la vida. Unos son correspondidos y otros no, pero a todos nos gusta. Es algo que no se puede describir con palabras. Sólo se puede sentir. El primer amor, el primer abrazo, la primera vez, el primer "calla y bésame, tonto"... En ese momento empiezas a entender las canciones de amor, las películas románticas y los "para siempre".
Pero a veces ocurre algo; un fallo en el sistema, una anomalía en el gen del amor, una tilde colocada en un lugar que no le corresponde.
Hay veces que te enamoras, y te corresponden. Todo es maravilloso. Estás con la persona que siempre has querido. La que se cuela en tus sueños por las noches impidiéndote dormir. La que te rescató de entre los polvorientos escombros de tu roto corazón. El pegamento que necesitaba tu vida para estar en perfecta armonía. Entonces, ¿por qué no eres feliz? Algo va mal. Tal vez esa persona no es como se mostraba al principio, o al menos no como tú la veías.
Ahora ya no era la de antes. Había perdido su sonrisa, la que le sentaba tan bien pusiera como se la pusiera. Se había convertido en una triste y conformista muñeca de porcelana, que se caía a pedazos a medida que pasaban los días. ¿Y qué podía hacer yo para evitarlo? Nada, absolutamente nada. Sólo había una cosa que podía hacer, no para solucionarlo sino para hacerla sentir un poco mejor.
Estar ahí, junto a ella. Y estaba totalmente dispuesta a hacerlo, porque a pesar de todo yo la seguiría queriendo. Estaba dispuesta a sujetarle el pelo cada vez que quisiera beber para olvidar, a abrazarla fuerte por la espalda cuando estuviera a punto de caer por el precipicio, a ofrecerle un hombro firme donde llorar y un par de oídos para desahogar sus penas. Y esto será siempre así, porque aunque ella no quiera yo siempre estaré a su lado, protegiendo a mi pequeña de la sonrisa perfecta.




















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