De mi mente a la pantalla

viernes, 20 de julio de 2012

a second chance to change the world



Un cine, dos asientos, unas palomitas para dos y toda una tarde por delante. La gran pantalla nos alumbraba en aquella sala casi vacía, como si la película nos estuviera viendo a nosotros y no al revés. Nuestras manos se encontraban cada dos por tres en el cubo de las palomitas. Notaba sus dedos llenos de sal resbalando entre los míos. Casi al final de la película levantó el reposabrazos y vimos el triste final abrazados. Contemplamos la trágica muerte de Edgar Allan Poe, sólo y delirante en aquel banco de Baltimore. Había caído en una de sus historias rocambolescas, en un sueño dentro de su propio sueño. En la última escena se me puso la piel de gallina y mis ojos, brillantes y emocionados, estuvieron a punto de dejar caer una lágrima.
Una tarde de cine, aparentemente nada distinta de cualquier otra.
Pero entonces ocurrió algo, algo inexplicable y que, tal vez, sólo ocurriese en mi imaginación. Cuando salimos del cine ya era la hora de marchar. El último tren a casa estaba a punto de salir, y si lo perdíamos tendríamos que volver andando. Cuando el transporte llegó a nuestra parada estaba lleno de gente. Entramos, un poco apretados, rodeados de gente que venía de paradas distintas. Unos subían, otros bajaban
y otros nos quedábamos en el sitio.
En ese momento algo cambió. Las luces se volvieron oscuras y tenues. En el exterior sólo se veían destellos naranjas en medio de la oscuridad, y un foco que parecía provenir de ninguna parte nos enfocó de pleno. De repente las miradas atentas del resto de pasajeros se transformaron en estrellas, y yo creí estar flotando en la inmensidad del cosmos.
Él era Marte y yo Venus, y nada se interponía entre nosotros. Nos miramos, nos amamos, y entre los dos saltaron chispas que formaron espirales y constelaciones. Andrómeda, Centauro, Erídano, Octante... Incluso la Vía Láctea se quedaba pequeña en comparación con aquel momento. Entonces el tren dio un pequeño tambaleo, y me abalancé sobre él. Nuestros labios se buscaron en la oscuridad, y con el primer beso tembló el universo. Con el segundo se apagaron las luces, las estrellas y los destellos naranjas; y por último, con el tercer beso, todo se quedó blanco, silencioso, tranquilo. Era el vacío. Sólo se escuchaba el sonido de dos corazones latiendo al unísono y el roce de nuestros labios, que eran incapaces de separarse.
Ahora lo entiendo todo. El Big Bang, la fragmentación de Pangea, los grandes meteoritos... Cada vez que dos personas que se quieren de verdad se encuentran en el momento y lugar adecuados, algo grande sucede. Aquella noche ocurrió. En el momento en que nuestros labios se encontraron se acabó el mundo. Los problemas, las preocupaciones y los conflictos de todo el mundo desaparecieron. Se consumieron como la colilla de un cigarrillo en los labios de un adolescente.
¿Volverá a suceder algo como esto? No lo se, pero estoy dispuesta a seguir intentándolo, a tu lado.























2 comentarios:

  1. :) Increíble, me ha encantado. Tan maravillo que parece irreal, pero tan cierto.

    ¿Qué película veíais?
    Quiero provocar otro fin del mundo.

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  2. El enigma del cuervo ;)
    Muchísimas gracias por tu comentario, me alegra que te guste! ^.^

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